Las políticas sociales y educativas en materia de sordos han de complementar las decisiones en materia de sanidad.
No cabe duda de la problemática médica de la sordera y de que, el posible éxito en el futuro de un niño nacido sordo se basa en la detección precoz y en la adaptación protésica adecuada para que la atención temprana de su discapacidad sea efectiva.
Esto no obstante, no se puede olvidar que hay sorderas que aparecen tardíamente y/o que no pueden ser tratadas con las actuales prótesis y familias que deciden emprender otro camino, por lo que se han de dotar los medios para su detección y tratamiento específico.
Ninguna de estas medidas será eficaz sin la debida atención a las familias. El desarrollo de cualquier niño depende principalmente de su familia y, en el caso de que uno se sus miembros sufra una discapacidad, con mayor razón.
Por ello es necesaria la existencia de un movimiento asociativo en el que las familias encontremos el apoyo y la formación necesarios para ser capaces de atender a nuestros hijos sordos de la mejor forma posible. En estas asociaciones se debe facilitar la autoayuda de las familias y contar con profesionales implicados para los que, sus justos derechos laborales, no se impongan al bienestar de los discapacitados auditivos y sus familias, encontrando el equilibrio entre ambos derechos, pues no cabe duda de que la sordera y sus consecuencias nos acompañarán a lo largo de toda nuestra vida y a nuestros hijos en lo que dure la suya. Con el conocimiento de que se puede ampliar a otros miembros de la familia futura.
Esto nos impone una reflexión que nos ha de lleva a convenir que los discapacitados auditivos y sus familias no dejan de necesitar atención a lo largo de toda su vida.
En el ámbito educativo nos encontramos con un claro error de base: la inexistencia de planes de formación que contemplen la nueva realidad de todas las discapacidades y, por supuesto, de la sordera. Es prioritario que los futuros maestros y profesores de E.S.O., Bachiller, F.P. y Universidad adquieran conceptos claros acerca de las posibilidades y necesidades de sus alumnos con n.e.e.
Esto posibilitará el desarrollo real de las actuales normativas ya existentes en materia de integración educativa que, además de la formación del profesorado, necesitan de la adecuada dotación de medios humanos y materiales para hacer efectiva la normalización de nuestros hijos.
Y todo esto tiene un solo fin: el acceso en condiciones competitivas de nuestros hijos al mercado de trabajo, optando a puestos que posibiliten su independencia económica de sus familias, integrándose en nuestra compleja sociedad y participando en ella como miembros de pleno derecho, formando sus propias familias.
No cabe duda de la problemática médica de la sordera y de que, el posible éxito en el futuro de un niño nacido sordo se basa en la detección precoz y en la adaptación protésica adecuada para que la atención temprana de su discapacidad sea efectiva.
Esto no obstante, no se puede olvidar que hay sorderas que aparecen tardíamente y/o que no pueden ser tratadas con las actuales prótesis y familias que deciden emprender otro camino, por lo que se han de dotar los medios para su detección y tratamiento específico.
Ninguna de estas medidas será eficaz sin la debida atención a las familias. El desarrollo de cualquier niño depende principalmente de su familia y, en el caso de que uno se sus miembros sufra una discapacidad, con mayor razón.
Por ello es necesaria la existencia de un movimiento asociativo en el que las familias encontremos el apoyo y la formación necesarios para ser capaces de atender a nuestros hijos sordos de la mejor forma posible. En estas asociaciones se debe facilitar la autoayuda de las familias y contar con profesionales implicados para los que, sus justos derechos laborales, no se impongan al bienestar de los discapacitados auditivos y sus familias, encontrando el equilibrio entre ambos derechos, pues no cabe duda de que la sordera y sus consecuencias nos acompañarán a lo largo de toda nuestra vida y a nuestros hijos en lo que dure la suya. Con el conocimiento de que se puede ampliar a otros miembros de la familia futura.
Esto nos impone una reflexión que nos ha de lleva a convenir que los discapacitados auditivos y sus familias no dejan de necesitar atención a lo largo de toda su vida.
En el ámbito educativo nos encontramos con un claro error de base: la inexistencia de planes de formación que contemplen la nueva realidad de todas las discapacidades y, por supuesto, de la sordera. Es prioritario que los futuros maestros y profesores de E.S.O., Bachiller, F.P. y Universidad adquieran conceptos claros acerca de las posibilidades y necesidades de sus alumnos con n.e.e.
Esto posibilitará el desarrollo real de las actuales normativas ya existentes en materia de integración educativa que, además de la formación del profesorado, necesitan de la adecuada dotación de medios humanos y materiales para hacer efectiva la normalización de nuestros hijos.
Y todo esto tiene un solo fin: el acceso en condiciones competitivas de nuestros hijos al mercado de trabajo, optando a puestos que posibiliten su independencia económica de sus familias, integrándose en nuestra compleja sociedad y participando en ella como miembros de pleno derecho, formando sus propias familias.