Cuando nuestro hijo inició su escolarización en el C.E.I.P. Los Álamos, en Murcia capital, el centro contaba con unos diez sordos más. A fecha de hoy es el último escolarizado en ese centro. Sus profesionales se han formado e informado para poder ofrecer a nuestro hijo una educación de calidad, de forma que pueda llegar a ser un aprendiz autónomo y con su colaboración forme parte del centro como uno más, normalizado con sus compañeros normoyentes.
Es una pena que no se estén escolarizando otros compañeros sordos en este colegio, pues la experiencia y profesionalidad de sus profesores se perderá sin remedio cuando nuestro hijo termine su escolarización el curso que viene. Y contar con un claustro formado es un recurso que habría que mimar y conservar.
La Consejería de Educación debe fijarse en esta experiencia de profesionales que trabajan con sordos que comunican en lengua oral al amparo de normas como la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación o la Ley 27/2007, de 23 de octubre de 2007, por la que se reconocen las lenguas de signos españolas y se regulan los medios de apoyo a la comunicación oral de las personas sordas, con discapacidad auditiva y sordociegas.
Original del publicado en La Verdad el 3-6-2008